sábado, 11 de septiembre de 2010

Lagerkvist Par - Barrabas



“Naces solo y mueres solo, y en el paréntesis la soledad es tan grande que necesitas compartir la vida para olvidarlo” (Erich Fromm).

“Barrabás” es la excusa que Lagerkvitz ofrece al lector para proponerle una desgarradora metáfora sobre la soledad del hombre. Soledad ante la vida, ante el destino, ante sus congéneres, ante la trascendencia y ante sí mismo. Porque, en Barrábás, todo es… soledad, absoluta y aterradora soledad.

Temo que “Barrabás” no será apreciada por los aficionados a la historia novelada. Es un relato breve, de algo más de 100 páginas, alejado de erudiciones omniscientes, de coloridas y espectaculares escenas, de épicas batallas o de milimétricas reconstrucciones arqueológicas del pasado. No hay tópicos históricos ni “historicismo” alguno en Barrabás. Y apenas congrega en sus páginas a algún personaje de esos que la propia Historia reconoce como protagonistas. La vida de Barrabás reside, en buena parte, en la imaginación del autor, y, en otra, bebe de la leyenda; sus desventuras hunden sus raíces en las más antiguas tradiciones orales cristianas, tan apócrifas como etéreas e indemostrables. Pero el relato se ambienta, claro está, en otras geografías (desde la Palestina de Cristo a la Roma imperial) y en otros tiempos, entre el pasado real, el legendario y el imaginario, recreados con verosimilitud y realismo. Y eso… justifica su inclusión en Hislibris, porque, soslayando integrismos, resulta suficiente para calificarlo como novela histórica.

“Barrabás” narra el periplo existencial del bandido indultado por Pilatos momentos antes de dictar la sentencia de muerte de Jesús. Es la historia de un hombre arrollado por el torrente del destino, el mismo que un día lo favoreció y que lo persigue inexorablemente desde entonces hasta el final de los tiempos. Es el paradigma del maldito, la imagen del hombre marcado para siempre con el estigma del oportunismo y del oprobio, el rostro que insufla dolor en la conciencia de sus semejantes porque sus ojos reflejan la vergüenza de quien los mira.

El relato fue publicado en 1950 y contribuyó de manera decisiva al encumbramiento del autor, que recibiría el Nobel de Literatura al año siguiente. Su prosa es fluida, ligera, sencilla, abundante en diálogos y ágiles escenas que, magistralmente combinadas, sumergen al lector, de un modo tan sutil como inevitable, en una espesura existencial de creciente angustia que acaba engullendo al protagonista. Y esa dolorosa angustia, la de su Barrabás es, en realidad, la de Pagerkvitz, la misma que destila e inspira toda su obra.

Porque pese a la presencia -un tanto vaporosa, enigmática y surrealista-, de personajes secundarios que revolotean intermitentemente en torno al protagonista (la gorda y la mujer del labio leporino entre los mejores), la atmósfera de soledad que envuelve irremisiblemente a Barrabás acaba volviéndose irrespirable, asfixiante, inhumana, letal. Soledad física ante la crueldad humana y soledad del alma ante el imperturbable silencio de la Trascendencia. Esa es la reflexión y a un tiempo el reto que Lagerkvitz propone al lector inquieto e inconformista, a aquel que, bajo el manto de la recreación histórica o legendaria, busca con frecuencia algo más que batallas, héroes, atrezzo y fuegos artificiales.

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